El Museo Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba llevó a cabo durante el 2023 dos proyectos de extensión junto a las Universidades Populares de San José de la Dormida y Villa Tulumba. En ellos se trabajó sobre la identidad, la memoria colectiva y la comunidad.
Año tras año, la Subsecretaría de Cultura de la Secretaría de Extensión-UNC realiza una convocatoria de Programas de Gestión de Actividades Artísticas y Culturales.
Este 2023, el Museo Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba presentó dos proyectos de extensión. Uno con la Universidad Popular de San José de la Dormida y otro junto a la Universidad Popular de Villa Tulumba, logrando ambos quedar seleccionados para su realización. Las dos iniciativas también contaron con la participación del grupo de artistas AccionALO.
La importancia y el placer de haber podido realizarlos tuvo un componente contextual muy fuerte que los atravesó por completo. Guadalupe Biscayart Melo, trabajadora del Museo Histórico de la UNC, cuenta al respecto:
“A más de 100 años de la Reforma, lo que se busca es un cambio en la mirada, apuntando a que las actividades que se lleven a cabo sirvan a la comunidad, sean realizados de manera colectiva y puedan ser continuados por ellos”.
Con esa convicción como horizonte, ambos proyectos se disponen desde una idea rupturista del viejo academicismo disciplinario, en donde la construcción colectiva, incluso a la hora de pensar en la producción del conocimiento, toma un rol protagónico.
“Interesa acercarnos a ver qué es lo que les interesa realizar, qué aspectos de su vida ponen sobre la mesa, qué los interpela y recién con eso empezar a construir juntos” señala Guadalupe.
Proyecto “»Duende-Ando por Tulumba»”
Sobre la base de la idea de propiciar un espacio para el diálogo horizontal fue que se gestó el proyecto de extensión con la Universidad Popular de Villa Tulumba.
Villa Tulumba es una localidad con muchos años, de las más antiguas de la Provincia de Córdoba, por lo que su patrimonio histórico-cultural no es menor; casonas del siglo XVII, calles de piedra como la Calle Real, construcciones como la Casa de los Reynafé y la Catedral del Norte, son atractivos que justifican la manera en que la villa es conocida popularmente: como “un museo a cielo abierto”.
En ese marco se descubrió, en un primer contacto, que el pueblo comenzaba a notar día a día, un aumento del turismo y, junto a ello, las limitaciones que tenían como comunidad para dar respuesta y recibir de mejor manera a sus visitantes.
Las jornadas de diálogo y debate abrieron el espacio para que afloren distintos valores, ideas, dudas y miedos que tenían como comunidad y, sobre todo el deseo de encontrar y crear un camino que los condujera a ser anfitriones de aquellas personas que, asombradas, pisaban sus tierras, recorrían sus calles y observaban sus memorias.
Así fue como surgió la idea de mejorar el sistema de comunicación para la recepción de turistas. Se pensó entonces en agregar al mapa de la localidad distintos QR que colaboran a la orientación de las personas. Además, se creó un turnero donde se muestra una grilla de las actividades o lugares hacia donde pueden dirigirse y escuchar la historia del lugar.
Surgió la idea de abordar el tema a partir del personaje mítico del “duende de la siesta”. Aquel que atemorizaba chicos y grandes y que encerraba con cautela a las personas en sus casas, es ahora resignificado por la comunidad y renombrado como “Tulumqué”, quien auspicia de anfitrión de la gran casa Villa Tulumba.
Además, como parte del proyecto, se invitó a los miembros de la localidad al Museo Histórico de la Universidad de Córdoba, donde practicaron estrategias para solventar imprevistos que pudiesen surgir, tomando de ejemplo la enorme concurrencia que tiene dicho museo.
Proyecto “Somos tierra que anda”
A partir del diálogo con el pueblo de San José de la Dormida, surgió la preocupación acerca del desarraigo que hay y el miedo al olvido, al ver a los jóvenes abandonar el pueblo e irse a vivir a la ciudad. Ante esta problemática, nació la idea de realizar una construcción colectiva de las historias locales y lograr así resguardar la memoria.
El trabajo no sólo implicó la búsqueda y recolección de aquellas historias sino también, la reinterpretación de las mismas a partir de la visión propia de la comunidad.
Para asentarlas sobre un soporte material, y que perduren en el tiempo, se decidió grabar a voz viva y de forma libre y personal, las anécdotas que tenían para relatar.
Como deseaban conservar las memorias, pensaron en hacer una caja de recuerdos, una especie de máquina del tiempo, a la que todos tengan acceso. Se creó así, una gran caja de madera, pintada por los vecinos en cada una de sus caras y repleta de tarjetas con la foto de los protagonistas de las historias al frente, y un código en QR por la parte de atrás, que nos dirige hacia los audios digitalizados.
La caja, finalmente, permanece dentro del museo Sanavirón, a disposición de quien desee tener acceso a ella y conocer, recordar o revivir las historias de quienes habitan el pueblo, “como un oído siempre dispuesto a escuchar”.
De esta manera, las historias, “dejan de pertenecer al mundo de lo privado para convertirse en testimonio público, en historia compartida, que en estrecho vínculo con la palabra hablada de los relatos, genera la urdimbre de la memoria común”, como menciona el propio Museo Histórico UNC en su sitio web.
Universidades populares y proyectos de extensión
Invocar hitos identitarios, fortalecer la memoria colectiva de las respectivas comunidades, lograr trazar vínculos fuertes de solidaridad y construcción mutua, trascender sentidos y abrir el campo al diálogo, fueron algunos de los resultados más ricos y valiosos que estos proyectos lograron edificar con las distintas comunidades.
Las puestas en común en ronda, las anécdotas más propias y personales, las distintas experiencias y recuerdos, fueron amasando en ambas localidades, una disolución y reconstrucción entre lo público y lo personal, entre lo individual y aquello que se deseó compartir con los otros.
El valor de estos proyectos, radica inicialmente en la posibilidad de haberlos podido realizar.
Subrayando que el aprendizaje es colectivo, y que siempre es posible aprender y construir conjuntamente, los proyectos de extensión y su vinculación a las universidades populares abren caminos mucho más profundos de lo que suponemos. No son sólo entendidos como proyectos culturales/educativos, sino como un ejercicio de democracia participativa horizontal, que funcionan de puente con las comunidades y que consolidan un acercamiento hacia la justicia social.
El aprendizaje intercultural e intergeneracional, inclusive, que se da gracias a la esta democratización del conocimiento, nos permite desarrollar y consolidar una herencia cultural, histórica, plural y, sobre todo, vincular. En este sentido Castells, ex ministro de Universidades de España y destacado sociólogo, señala que el conocimiento es un elemento decisivo en los modos de desarrollo de las sociedades, por lo que “además de inteligencia, eficacia y productividad (…) necesitamos bondad, dulzura y belleza” si queremos un mundo más libre, igualitario y justo.
Es allí donde radican los frutos de estos proyectos que además, dejan profundos lazos sociales, valiosísimos para la experiencia humana misma.